Hormonofobia o ¿lo que antes para las mujeres era un hito, ahora es una esclavitud?
15/01/25
La doctora María Ángeles Gómez analiza el tránsito del entusiasmo por la píldora al creciente rechazo
La primera sesión fue abierta por la doctora María Ángeles Gómez Martínez, quien se refirió a “Hormonofobia: Evolución del uso de las hormonas en Anticoncepción, de hito a…esclavitud”. La Dra. Gómez Martínez es ginecóloga del Centro de Salud Sexual y reproductiva Alicante III y Premio Nacional Tesis Doctoral en Anticoncepción, ex vicepresidenta de la SEC, Profesora Asociada de la Universidad Miguel Hernández, de Elche y del Máster de Anticoncepción de la SEC para Iberoamérica.
Comenzó su intervención recordando cómo se pasó de la abundancia de hijos al control de la natalidad. Destacó el papel de Margaret Sanger, activista que luchó durante toda su vida para ayudar a que las mujeres del siglo XX tuvieran el derecho a decidir cuándo tener un hijo o cuándo no. El sueño de Margaret de contar con una píldora que hiciera realidad la opción de propugnada se hizo realidad con el primer método anticonceptivo hormonal que se comercializó en la década de 1960. La FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos, por sus siglas en inglés) aprobó la AO por primera vez el 23 de junio de 1960 con el Enovid. Entonces se enfatizaba la novedad del uso de progesterona sintética para alterar el ciclo menstrual con “la primera molécula completamente femenina para el control cíclico de la ovulación”.
Preocupación y miedo
Tras el entusiasmo inicial por esta novedad empezó la preocupación por la aparición de los primeros efectos secundarios, especialmente cuando los medios propagaron los riesgos de cáncer y cardiovasculares. Todo ello se tradujo en miedo a la píldora. La reacción se centró en la disminución progresiva de la dosis de estrógenos, se desarrollaron nuevas vías de administración y se actualizaron las estrategias de marketing proponiendo el uso de la píldora para tratar el acné, disminuir el número de ciclos menstruales, aliviar el síndrome premenstrual, mejorar los síntomas y reducir la cifra de ciclos.
Todas estas estas estrategias hicieron de la píldora un fármaco de estilo de vida, medicamento para problemas no relacionados con la salud o que se encuentran en los márgenes de la salud y bienestar. En 2010 la mitad de la población femenina dependía de los anticonceptivos hormonales como su tecnología de anticoncepción preferida en los principales países de América del Norte, Europa Occidental (Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, España e Italia…). En la última década las tasas de prescripción y consumo de AHO disminuyó constantemente en varios estados de Europa Occidental.
Rechazo y perplejidad
Ante todo ello la doctora Gómez Martínez se mostró un tanto perpleja al advertir que, cada vez más, se rechaza el empleo de la anticoncepción hormonal, que tuvo tanta importancia en los años 60. Las encuestas de la SEC demuestran que un 26,3% de las mujeres siguen alegando efectos secundarios o problemas de salud y un 16,3% se refieren a las dudas sobre su seguridad. Un porcentaje menor se declaraban convencidas de que pueden producirse enfermedades, sobre todo cáncer. Con el paso de los años, estas percepciones no han mejorado, sino empeorado, llegando el primer dato al 31.8% y el segundo al 18,4%.
En contra
Estudios sobre las razones por las que se produce la hormonofobia se llevaron a cabo en Estados Unidos, Europa Occidental, Europa del Este y Australia. Los argumentos en contra del uso de las hormonas fueron:
Efectos secundarios físicos (aumento de peso, ansiedad y disminución de la libido, cefaleas y migrañas).
Salud mental (cambios de humor e irritabilidad, tristeza, depresión o ansiedad).
Sexualidad (impacto negativo, pérdida o disminución de la libido, sequedad vaginal, dispareunia y mastodinia).
Fertilidad futura (a corto y largo plazo, importante elegir método que no afectara a su fertilidad ni siquiera después de utilizarlo).
Naturaleza (ecología, las hormonas sintéticas son químicas y antinaturales, las hormonas alteran el cuerpo y pueden afectar al equilibrio natural y conviene dejar de usarlas para que el cuerpo respire).
Menstruación (prioridad a mantener reglas normales, no tenerlas es una señal de alteración del equilibrio de su cuerpo o de embarazo, los trastornos del sangrado considerados efectos secundario adverso).
Miedo y ansiedad (desconfianza sobre la seguridad, temor a efectos secundarios a corto o a largo plazo como dañar el cuerpo y mayor riesgo de cáncer y posibles efectos teratogénicos después de suspender el método) y ambivalencia en relación con la menstruación, miedo y ansiedad.
Deslegitimación (los profesionales no las escuchaban ni las tenían en cuenta cuando se referían a efectos secundarios que les provocaban ansiedad y angustia. Invisibilidad del trabajo de las mujeres en el manejo de efectos secundarios: no se reconocían las estrategias emocionales y corporales que adoptaban.
Efectos secundarios
“Los estudios concluyen preguntándose ¿hormonofobia?. Son factores complejos y multifactoriales. Ni las mujeres ni los hombres expresaron un miedo excesivo a las hormonas en sí, pero se advierte que el rechazo al uso de la anticoncepción hormonal se basa en el deseo de evitar efectos secundarios adversos percibidos o ya experimentados con anterioridad”, señala la doctora Gómez. Los citados efectos eran la principal causa de insatisfacción o discontinuación del método. Las experiencias pasadas de familiares y amigos se presentaban como factores determinantes, lo mismo que las redes sociales.
Según la doctora la AHO se rechaza por los efectos secundarios, la alteración del equilibrio natural, eligiendo métodos libres de hormonas, por la tendencia de que el mantenimiento de la salud se convierte en una responsabilidad universal y en un imperativo moral que afecta a las conductas de consumo y a la relación entre los profesionales de la salud y los pacientes.
Insuficiente información y cazadores de mitos
“No se informa lo suficiente, la información no se contrarresta con la referida a los efectos beneficiosos, ni involucramos a las mujeres en el proceso de toma de decisiones. Por todo ello, muchas mujeres acuden a documentarse en otras fuentes, preferentemente internet, con lo que en la mayoría de las ocasiones reciben información errónea. A los profesionales sanitarios puede resultarles difícil contrarrestar eficazmente la información errónea persuasiva, ya que es mucho más fácil asustar a las personas que desasustarlas”.
En relación con la deslegitimación la Dra. Gómez Martínez destaca cómo las mujeres señalaban en las encuestas que los profesionales no las escuchaban, pasando por alto quejas y conceptos erróneos sobre las hormonas, “considerándonos cazadores de mitos porque dicen que estimamos las experiencias o preocupaciones de las pacientes sobre los efectos secundarios como mitos o conceptos erróneos que deben corregirse, en lugar de tenerlos en consideración. Descartamos las quejas y alentamos el uso de la anticoncepción por su efectividad”.
Falsas alarmas
“Esta preocupación por los efectos secundarios y las controversias son percibidos por los profesionales como falsas alarmas, porque sabemos que los beneficios superan a los riesgos. Otra cosa es que sepamos transmitirlo”. Una de las conclusiones de los citados estudios es que las usuarias de anticonceptivos orales tuvieron una tasa significativamente menor de muestra por cualquier causa (riesgo relativo ajustado 0,88, intervalo de confianza del 95%: 0,82 a 0,93). También registraron tasas de muerte significativamente más bajas por todos los cánceres.
María Ángeles Gómez finalizó su intervención en el webinar de la SEC-AMADA dejando abierta una reflexión con las preguntas: ¿Cómo ha evolucionado el uso de las hormonas en anticoncepción? ¿Hay hormonofobia? ¿Por qué quien apoyaba la anticoncepción hormonal ahora la cuestiona? ¿Qué hacemos los profesionales sanitarios? “Lo que antes para las mujeres era un hito, ¿ahora es una esclavitud? Por eso quizá para muchas lo sea y el uso de las hormonas esté disminuyendo en muchos países”.