Dr. Modesto Rey: “Hay un doble rasero que afecta al desarrollo de la igualdad en métodos anticonceptivos”

31/07/14

“La Ley Wert dilapida la educación sexual y con la derogación de la Ley de salud sexual y reproductiva de 2010 vamos por el mismo camino”

“Queda mucho por recorrer, deberíamos empezar a desmitificar el riesgo hormonal de los anticonceptivos

elpaís.com ha publicado, firmado por Noelia Ramírez, un trabajo sobre la píldora masculina y los avances en el sistema anticonceptivo femenino. La Sociedad Española de Contracepción ha participado en este trabajo periodístico por medio de su vocal y portavoz, el Dr. Modesto Rey. «Hay un doble rasero que afecta al desarrollo de la igualdad en métodos anticonceptivos… La iniciativa privada no ve necesario avanzar en la píldora píldora masculina y conseguir la equiparación de responsabilidad.”

Según el Dr. Rey «queda mucho camino por recorrer, deberíamos empezar a desmitificar el riesgo hormonal de los anticonceptivos”. Además del miedo a los efectos secundarios “las hormonas tienen más beneficios que riesgos,  la sociedad debe aprender a lidar con falsos mitos que afirman que la pastilla masculina podría afectar a la “virilidad y las erecciones”. Para el Dr. Rey, la solución sería mucho más gradual si “hubiésemes tenido más posibilidades de educar en contracepción. La Ley Wert ha dilapidado la educación sexual y con la derogación de la Ley de salud sexual y reproductiva de 2010 vamos por el mismo camino”.

Éste es el reportaje completo publicado en elpais.com:
(Ver reportaje en elpais.es)

Y de la píldora masculina, ¿ni hablamos?

El MIT y la fundación Bill y Melinda Gates anuncian un revolucionario sistema anticonceptivo femenino con microchip ‘wireless’. ¿Por qué no avanzamos en la anticoncepción para ellos?

  NOELIA RAMÍREZ. 14 DE JULIO DE 2014. 07:30 h.

Todo surgió en las dependencias del MIT (Massachussets Institute of Technology) en 2012. Bill Gates visitó el laboratorio del reputado Robert S. Langer (premio Príncipe de Asturias en 2008) y le preguntó si sería posible desarrollar un nuevo método anticonceptivo que una mujer pudiese apagar y encender cuando quisiese y durante muchos años. Dos años después, la idea de Gates ya es una realidad. Hace unos días, la compañía MicroCHIPS anunció uno de los mayores avances en contracepción de la historia: un chip cuadrado de dos centímetros y 7mm de ancho que se implanta bajo la piel del abdomen, las nalgas o el antebrazo de la mujer y que es capaz de dispensar durante 16 años 30 mcg de levonergestrel diarios (una de las hormonas anticonceptivas más populares).

La última revolución anticonceptiva femenina del MIT y la Fundación Bill y Melinda Gates, que podría empezar a comercializarse en 2018, implica dos avances en contracepción hasta ahora impensables: por un lado, alargar la longevidad del anticonceptivo de larga duración que hasta ahora conocíamos (pasar de los 5 años actuales a los 16 que plantea este método) y por otro, dar libertad e independencia a la mujer para poder ‘desconectar’ de su anticonceptivo implantado bajo la piel desde su propia casa si se quiere quedar embarazada y sin necesidad de intervención médica.

Estudios que se quedan a medias

Si en apenas dos años de investigación se ha conseguido este avance, y teniendo en cuenta que desde hace más de medio siglo las mujeres se hormonan para prevenir el embarazo, ¿por qué seguimos sin tener noticias de una píldora masculina o de otro sistema a lo MIT en versión masculina? ¿Son barreras médicas o hay tabúes sociales que impiden la igualdad de género en la anticoncepción?

La ‘píldora masculina’ no es una realidad pese a la voluntad de la investigación. Tal y como recuerda José María Martínez Jabaloyas, urólogo del Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI), «ya en 1937 se investigaron formas de detener la reproducción de espermatozoides» y se ha experimentado con métodos hormonales durante décadas que nunca han llegado a buen puerto. «La producción de espermatozoides y la de óvulos es distinta, lo que ha complicado un desarrollo con éxito en las investigaciones», asegura. Son 1.000 espermatozoides por segundo contra un óvulo feminino al mes. Todo pareció cambiar hace medio año, cuando un estudio australiano convulsionó el status quo de la contracepción masculina, dominada por el preservativo y la vasectomía: un grupo de científicos de la Universidad de Monash descubrió testando en ratones una forma no hormonada de frenar la eyaculación (que no el orgasmo), lo que vendría a ser una eyaculación seca. Era reversible y a los tres días los espermetozoides volvían en las eyaculaciones si se frenaba su uso. El descubrimiento copó los titulares de medio mundo, en los que se vaticinaba el advenimiento de la píldora masculina en una década, aunque el estudio se ha quedado en pruebas con animales y parece que ni siquiera ha pasado la fase de ser probado en humanos.

La ‘pereza’ empresarial de equiparar la responsabilidad anticonceptiva

No hay más que echar un vistazo al mercado para comprobar la desigualdad latente: píldora, dispositivo intrauterino, inyecciones anticonceptivas, parches, diafragmas, implanón o aro vaginal (entre otros) para ellas frente el preservativo o la vasectomía para ellos. «Hay un doble rasero que afecta al desarrollo de la igualdad en métodos anticonceptivos» explica el ginecólogo y vocal de la Sociedad Española de Contracepción (SEC) Modesto Rey. «La iniciativa privada no ve necesario avanzar en la píldora masculina y conseguir la equiparación de responsabilidad», destaca. 

Rey asegura que la inacción de farmaceúticas en el desarrollo de la píldora masculina radica en la sensación de que la cuota masculina se cumple con el preservativo y la vasectomía y, por lo tanto, «no hay perspectiva de negocio y no hay más investigaciones». En España, según datos de 2014 de la SEC, el condón es el método anticonceptivo más utilizado y el 7,2% de los hombres se ha practicado una vasectomía. Un tercio de la población (un 31,3%) prefiere el condón frente al 16,2% de población femenina que toma la píldora –aunque cabe destacar que de ese tercio de población que usa preservativo, una cuarta parte lo utiliza mal o no se lo pone en todas sus relaciones sexuales–.

Tanto Rey como Jabaloyas aseguran que la infantilización social del hombre es otro de los motivos por los que posiblemente no se investigue más. «El factor de la fiabilidad también influye, quizá una mujer no confíe en que el hombre sea capaz de tomar la pastilla y ésta prefiera asumir la decisión anticonceptiva porque ella es la que asume el embarazo», explica Rey. Una postura que choca de bruces con el contexto social que rodea a la píldora. La pastilla anticonceptiva no frena la transmisión de enfermedades de transmisión sexual (ETS) y su administración suele darse en parejas monógamas y responsables sexualmente. ¿Por qué no podría haber igualdad entonces? ¿Por qué deberían las mujeres desconfiar de su propia pareja?

«Es una situación muy complicada, por un lado vivimos en una sociedad machista a muchísimos niveles y por otro, las investigaciones que se llevaron a cabo los 90 ofrecieron resultados muy variables entre razas y con efectos secundarios», apunta Jabaloyas.

Ellos sí que quieren la píldora

Pese a esta sensación de que el mercado ya se sostiene con el preservativo y la vasectomía, a los hombres sí que les interesaría tomar la píldora. En un estudio realizado sobre 1.843 hombres de tres continentes y diferentes comunidades culturales en 2012, la mayoría se mostró dispuesto a tomar la píldora (entre el 44 y el 83%). En 2005, el 55% de los 9.000 hombres encuestados de nueve países también pidió una pastilla anticonceptiva masculina. Los australianos son los más dispuestos: el 75% se muestra favorable a tomarla si estuviese disponible en el mercado.

«Queda mucho camino por recorrer, deberíamos empezar a desmitificar el riesgo hormonal de los anticonceptivos», apuntan desde el SEC. Además del miedo a los efectos secundarios –»las hormonas tienen más beneficios que riesgos», asegura Modesto Rey–, la sociedad debe aprender a lidar con falsos mitos que afirman que la pastilla masculina podría afectar a la «virilidad y las erecciones». Para Rey, la solución sería mucho más gradual si «hubiésemes tenido más posibilidades de educar en contracepción. La Ley Wert ha dilapidado la educación sexual y con la derogación de la Ley de salud sexual y reproductiva de 2010 vamos por el mismo camino». 

A falta de educación e información, desde la Male Contraception Information Project(MCIP) se informa de las novedades en este ámbito y se aboga por concienciar de la necesidad de nuevos caminos. Desde allí se dan a conocer opciones como los estudios sobre inyecciones de vasalgel (con una efectividad de hasta 10 años) o la contracepción con ultrasonidos. Si Hipocrátes ya investigaba calentando los testículos de los hombres para prevenir embarazos hace 2.500 años, algo deberíamos ir avanzando.

 

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Foto: Cordon Press